Homenaje a Roberto y Marta Ure

La Comisión Directiva aprobó por unanimidad poner el nombre de “Roberto y Marta Ure” a la arboleada contigua a la cancha número uno

A continuación, transcribimos los fundamentos de la decisión:

"Gipy. Como todos le decían, estuvo siempre en el club, desde el día de su creación. Como dice el Acta de Fundación, fue presidente de la Asamblea fundacional, en enero de 1944, y socio fundador. Luego jugador y Presidente por sucesivos períodos.

Muchos han pasado por el club, pero pocos como él desde aquella mítica Asamblea -donde unos jóvenes en aquel momento dieron el kick off inicial de esta maravillosa segunda casa de todos nosotros-, hasta su retiro.

Fue ejemplo de adhesión al club; de continuidad en su tarea de dirigente; de bondad; de afabilidad, respeto e inclusión de las distintas generaciones, que iban llegando a jugar y a educarse.

La propuesta de resaltar y agradecer la continuada permanencia de toda una vida, al ponerle al bosquecito de entrada su nombre y el de Marta -su mujer y permanente compañera-, pretende saldar esa deuda de homenaje y gratitud de todos los miembros de esta institución como beneficiarios y continuadores de su tarea permanente al servicio del club.

Durante sus sucesivas presidencias se hicieron los vestuarios, el bufete y la pileta olímpica; la tranquera de entrada y el bosquecito y otras plantaciones que rodean las canchas 1 y 2.

Varias generaciones vieron como Roberto y Marta plantaban los árboles, los regaban y cuidaban de las hormigas y otras pestes. Así, casi sin darnos cuenta, casi sin palabras, nos enseñaron a poner el cuerpo y el espíritu por amor al club, a la naturaleza y a la belleza que de ésta surge.

En aquellos momentos iniciáticos no tan lejanos para una institución platense -fines de los 50-, se fue haciendo el campo deportivo del club, donde no había nada de lo que hoy tenemos. Era un pequeño campo pelado con cardos de dos metros –que según un informe técnico de la Facultad de Agronomía-, no resultaba apto para la instalación de canchas de rugby por su ineptitud para la germinación y crecimiento de pasturas naturales en invierno; menos de dos hectáreas, sin árboles ni construcciones; las pocas instalaciones que disponíamos estaban cruzando la calle 523. Pero lo que sí tenía era la fe inquebrantable de dirigentes dispuestos a dar pelea y convertir aquello en esto.

Hoy los fresnos, los olmos y los pinos que nos brindan su sombra y su belleza y le dan un marco señorial al club, constituyen un permanente homenaje y señalan, de manera necesaria, su intangibilidad.

No se podría destinar su superficie a otro fin que no fuera el de disfrute de niños, jóvenes y adultos. Su cuidado será un legado a las sucesivas generaciones y una espléndida bienvenida a los que nos visitan.

Además de materializar la entrada flanqueándola con dos hileras de árboles, también se hizo una senda peatonal y el continuo verde, con una diagramación como casual, pero con un resultado paisajísticamente perfecto.

También casi sin palabras -pero con elocuentes hechos- aquellos lúcidos dirigentes del club nos enseñaron el valor de las cosas que entre todos fuimos haciendo y mejorando; y otros lo fueron continuando, muy de a poco sí, pero aquella constancia, hoy nos permite disfrutar de este campo deportivo maravilloso.

Debemos resaltar también las ideas subyacentes de aquellos pioneros. Este parque urbano que es el club, se hizo sin esperar que el Estado acudiera en nuestra ayuda. Se hizo con humildad, con recursos humanos y materiales propios, poniendo continuadamente el gusto por la belleza y la funcionalidad, al servicio del club que se iba haciendo día a día.

Gipy trazó un camino que todos fuimos transitando y nos trajo a este lugar soñado que hoy disfrutamos y que se fue consolidando por la tarea de muchos continuadores que siguieron su ejemplo y aportaron y aportan lo mejor de sí, para que hoy sea lo que es.

Lo recordamos con mucho cariño y nos parece verlo vistiendo la camiseta del club jugando con los jugadores del plantel superior, animando con su presencia, esta lindísima tradición del seven interno por la que todos los jugadores del club se confunden en un mismo equipo.

Roberto ser retiró a vivir sus últimos años a General Las Heras, pcia. de Santa Cruz, con su familia.

Fue un verdadero hombre de rugby del Club Los Tilos.

Un imprescindible a la hora de pensar en las personas que por su conducta hacen a nuestra identidad como club y también como personas.

Mantengamos vivo su legado."

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